Es verdad que no puedo comparar el nivel de vida en Europa y en América Latina. Tenemos una bastante buena cobertura social lo que nos asegura igual trato en la educación y en la medicina. Por supuesto, no es un sistema perfecto (¿recuerdan mi carta finlandesa sobre el servicio médico en este país?) pero en lo básico funciona.
Sin embargo igual tenemos aquí que luchar para llegar al fin de mes sin dejar de darnos nuestros gustos. Sobre todo nosotras las mujeres. Y cuando te meten por los ojos el nuevo bolso de Luis Vuitton o la crema anti-arrugas de última tecnología, pues es difícil resistirse.
Yo por ejemplo ya expliqué en una carta finlandesa que me encantan los salones de belleza. Voy mensualmente y tengo un pequeño (…bueno, no tanto) presupuesto para mantener cuidadas mis uñas, mi piel, mi pelo. Cuando me dicen que me veo muy bien para mi edad, siempre pienso:”¡y mi dinero me cuesta!” He probado de todo. Mi límite está en la cirugía plástica: cuando ya no pueda evitar las arrugas de manera natural, pues me tendré que acostumbrar. He visto resultados tan poco naturales en algunas amigas, que yo paso. Igual pienso del botox. ¡Nadie me inyectará nada en la cara! Pero no voy a negar que estoy tentada por el láser.
Pero como decía más arriba, si bien no puedo comparar el sueldo que gano con lo que se gana en Latinoamérica, igual mi sueldo no es altísimo. Ya que gasto mucho en belleza, pues debo ahorrar en otras cosas.
Por suerte en Finlandia la gente tiene el reflejo ecológico: me explico, aquí la ropa no se bota, se envía a un centro de recuperación que la vende a precios increíbles. Y eso se hace en todos los estratos sociales. Hay algunos de estos centros muy bien organizados como UFF, organización originalmente danesa, formada por algunos profesores de izquierda para realizar proyectos principalmente en África. Ellos reciben la ropa usada y la seleccionan, alguna va a parar a África directamente a los que la necesitan y otra se vende en las tiendas que poseen. Muchas veces la ropa está en muy buenas condiciones. Y por supuesto están los famosos mercados de pulgas. Para mucha gente vender sus cosas es casi un Hobbie. Para otros, como para mí, comprar cosas allí es EL hobbie. Lo considero casi como una aventura, una cacería. Ir tras el objeto único, especial. Yo voy a la caza de las marcas. Así he conseguido algunos pares de zapatos Prada, Charles Jourdan y ropa de Burberry, Armani o Montana. Y no soy la única. No tienen idea de la cantidad de gente que va a estos mercados de pulga que se llevan a cabo los fines de semana. Debo confesar que yo ya estoy en las “ligas profesionales” y que he iniciado a muchas amigas latinoamericanas en la “búsqueda del tesoro”, inclusive mis hijas ya le tomaron el gusto. El problema con esto es que una vez que compras algo… ya todo lo que está a precio normal te parece muy caro.
A esta competencia las grandes marcas han respondido con los “outlets”: tiendas donde se venden a precios muy ventajosos, artículos de temporadas pasadas o con fallas (me compré a un precio ridículo un bolso de Longchamp, dizque porque “era el color del año pasado” ¿En un bolso? ¡Por favor!)
Mi marido sabe que lo primero que hago al llegar a un país europeo (sobre todo los reputados por la moda) es ir al mercado de pulgas y a los “outlet”. Es así como me conseguí en la famosa “Fiera del cardinale” en Milán un jersey de Dolce e Gabanna y ni les cuento lo que consigo en “Les puces” de Montreuil cada vez que voy a París.
Así pues debo confesar que nunca compro algo a precio normal. Y sin embargo se me considera una mujer muy “elegante” (¿Recuerdan que les comenté que por eso me creen rusa?) Por supuesto no voy por allí publicando dónde compro mi ropa. Sin embargo los que me conocen saben muy bien descifrar lo que realmente quiero decir.
Si ante un cumplido a mi vestuario respondo “it is vintage, Darling!” de hecho que lo compré en un mercado de pulgas. Si respondo “Me lo compré en París” o “En Milán” Claro, en el outlet de la Villete o en Il Salvagente. ¡Y poco me importa que sea del color del año pasado!
Si respondo con el nombre del diseñador (Es Stella McCartney o Jimmy Choo) pues me lo compré en las campañas que anualmente realiza H&M con algún diseñador (Ojo, para eso hay que ir bien armada, ¡hasta los dientes! Dispuesta a arrancarle de las manos a la rival de turno el último vestido en tu talla. Y es mejor ir temprano a hacer la cola, pues por lo general todo se vende el mismo día.)
Si digo “it is customized”, significa que lo compré en el mercado de pulgas, pensé que era una imitación y se me ocurrió cortarlo o aplicarle alguna perlita. Como me ocurrió con la carterita de Vuitton que me vendieron a 5 euros. Le faltaba el candadito y tenía una pieza suelta. Yo corté el cordón que sostenía la llave (sin candadito no me servía) y también quité la pieza suelta y cubrí los orificios que quedaban con dos aretes de perlitas… para que tiempo después una amiga que sí conoce de marcas me dijera que era un verdadero Vuitton y que la llavecita que boté a la basura estaba bañada en oro. ¡Destrocé un bolso de Vuitton con dos aretes de perlas de 2 euros! Bueno, no me costó mucho y por lo menos ahora tengo algo que nadie tiene. ¡It is customized! ¡Como para las estrellas de Hollywood!
Y si responde secamente “gracias” pues pueden estar seguros que me lo compré en China, es una escandalosa imitación y me da vergüenza confesarlo. ¡Qué quieren! Hay que tener un poco de dignidad, ¿no?
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