Esta
obra, junto con su secuela el filibustero,
son lecturas obligadas para los
estudiantes. Rizal es pues lo que Cervantes para los hispanohablantes,
Shakespeare para los anglohablantes, Víctor Hugo para los franceses o Alexis
Kivi para los finlandeses.
La obra
critica la actitud corrupta y abusiva del gobierno español de la época en
general y del clero en particular. Por esa razón el libro fue prohibido a su
lanzamiento en varias zonas de las Filipinas
y finalmente causaría la ejecución de José Rizal, con la excusa de que
el libro contenía “material subversivo”. Parece ser que en realidad el
Gobernador General Emilio Terrero tuvo que ceder ante las presiones de la
iglesia: la más afectada por el escándalo que causó la obra.
Versión original y nueva versión bilingüe, español - inglés
Noli me tangere está pues considerada
como una influencia indirecta para la revolución y como un elemento importante
en la creación de una identidad nacional unificada. Curiosamente esta obra fue
inicialmente editada en Alemania, mientras Rizal terminaba sus estudios de
medicina, y está escrita en español… idioma que ya casi nadie habla en este
país. Es decir que la obra cumbre de la literatura filipina es leída por los
estudiantes en inglés o en tagalo. ¿No resulta una triste metáfora para la
realidad de un país cruelmente dividido por grandes diferencias sociales y
raciales? ¿Cómo se puede basar la identidad nacional en una obra cuyo idioma ya
no forma parte de esa identidad?
Más patético resulta el caso del uso que se hace del idioma nativo. Y es
que a primera vista el tagalo parecería correr mejor suerte que muchos de nuestros
idiomas nativos: es fácil escucharlo en la calle, todos parecen hablarlo. Sin
embargo su uso sirve al parecer para marcar más las diferencias en la sociedad.
Sí, todos hablan más o menos el tagalo, es el idioma que usas para dirigirte a
la servidumbre, aunque ésta hable muy bien el inglés, es la manera como les
recuerdas su lugar en la sociedad. Recuerdo una vez en un salón de belleza la conversación entre una clienta y la
secretaria. Empezaron hablando el famoso “taglish”, una mezcla de idiomas, muy
graciosa. De pronto la clienta cambió a puro inglés y la secretaria le
contestaba en puro tagalo. Pronto comprendí el porqué del asunto: la clienta
quería un servicio que ya no se realizaba en ese instituto de belleza y la
secretaria le ofrecía las disculpas correspondientes. Igual ocurrió una vez en
el ascensor. Una mujer entró con su niño cargado por su respectiva “yaya”, que
era tan grande como el pequeño, la pobre. El niño quería presionar el
botón y su madre lo alentaba a hacerlo
en inglés. Pero como la yaya era tan pequeña, llegaba a ayudar al niño. La
mujer le dijo algo en tagalo de una manera tan agresiva, que no me hizo falta
saber el idioma para comprender que era una reprimenda. La pobre muchacha se
tuvo que poner en puntillas para darle gusto al mocoso de marras.
El tagalo
pues es un arma poderosa para marcar el lugar de la gente “inferior”, para
criticarlos, para darles órdenes, para ponerlos en su lugar. Inclusive es
utilizado para disculparse o pedir algo por los susodichos inferiores, hasta
tal punto que si deben usar el inglés para hacerlo, darán miles de vueltas. El
inglés es para las órdenes. Un pedido por más gentil que sea, en inglés siempre se convertirá en un
imperativo. ¡Qué triste perspectiva para un idioma nativo!
Estos dos
años en Filipinas han sido muy duros para mí, porque no he podido evitar
sentirme culpable, simplemente de existir. Una vez le dije a una amiga que
prefería vivir en Europa por la ilusión de igualdad social que me daba. Porque
debo reconocer que aún en lo socialistas países nórdicos hay diferencias
sociales, pero lo más importante es que las cosas básicas como educación,
salud, etc. están aseguradas para todos por igual. Así pues mi cuñado es un
doctor en ingeniería, siendo hijo de obreros. En Finlandia nada de
universidades “caras”, la selección que se hace en las universidades está
basada únicamente en la capacidad intelectual de los alumnos. Una diferencia
que me parece justa: cuanto más inteligente seas y capacitado estés, más
ganarás. Lo que no impide que un simple
obrero pueda tener su casita propia, su autito, aunque sea de segunda mano y
que pueda irse de vacaciones todos los años. Su sueldo no le permitirá ir a un
hotel 5 estrellas, pero viajar sí que podrá. Ya sé que esa no es la realidad que vive el mundo
en general, pero es la que debiera vivir.
Detesto
las diferencias que se basan en la injusticia, sea esta cual sea. Me parece
terrible que en muchos países un hijo de obrero esté prácticamente condenado a
seguir la profesión de sus padres. No es justo, nadie me convencerá de lo
contrario.
Quizá sea
una explicación facilista, porque los fenómenos sociales no se explican con una
sola teoría, pero no puedo dejar de mirar Noli
me tangere como el espejo de la realidad filipina actual. Es una sociedad
que a pesar del mestizaje, sigue estando profundamente dividida por ridículas
jerarquías muy ligadas a la raza. ¿Y cómo no estarlo? Han pasado por manos del
reino de Brunei, que les impuso la religión islámica, por la colonia española,
que les impuso la religión católica, por la ocupación japonesa, la norteamericana... cada cultura con sus propias reglas
sociales, sus propias costumbres y cada una diciéndole directa o indirectamente
a los nativos que eran seres inferiores. Veo un país mucho más confundido con
su identidad que los países latinoamericanos que conozco.
Una vez
me presenté a una persona diciendo por supuesto “soy peruana”, ella me contestó
“y yo soy china, bueno he nacido en Filipinas pero toda mi familia es de origen
chino”. Yo sé que en Latinoamérica también hay gente que se siente
ridículamente orgullosa de sus orígenes, especialmente si son europeos, pero
JAMÁS he escuchado a esas personas decir PRIMERO, los orígenes como si fuera la
nacionalidad. Recuerdo especialmente el caso que me comentó sorprendida una
periodista finlandesa en Perú. Y es que fue a visitar una antigua casa en el
centro de Lima y el dueño le mostró su árbol genealógico para mostrarle que
desde que su familia llegó de España, solo se habían “cruzado” con criollos,
como ellos. La periodista me preguntó el porqué de la aclaración. Yo le
contesté que indirectamente significaba que no tenían nada de sangre indígena o
africana. Ella me contestó que si su familia descendiera directamente de los colonizadores españoles que llegaron a
América… no se sentiría orgullosa. Lo mismo me comentó una amiga española,
diciendo que en su caso, más bien escondería el detalle. Pero por más orgulloso
que estaba este tipejo de sus orígenes “puros”, no se identificaba como
español: él era peruano.
No es el
caso aquí, en donde cada quién se
identifica primero con los orígenes y luego como filipino, en donde los nativos
tienen la actitud más terrible que haya observado en ningún país: la convicción
de que no valen nada y no merecen nada. Es
como si de tanto escucharlo de parte de esas culturas “superiores” invasoras, han
terminado por aceptarlo como una verdad indiscutible y lo consideran parte de
su naturaleza, son psicológicamente una minoría despreciable. Y eso porque
curiosamente las minorías que vinieron a estas islas para aprovecharse de ellas
les mostraron siempre que ellos eran más inteligentes, más fuertes, más bellos…
Uno de
los grandes conflictos que tengo está relacionado con la comida. Nunca me ha
gustado esa separación que yo sé bien algunos latinoamericanos hacen entre lo
que come “el patrón” y lo que come “la servidumbre”. Generalmente en Perú nunca
tuve problemas con esto (… aunque debo confesar que me ha pasado que alguna
desubicada, pensó que era tonta y se aprovechaba de mi “democracia”) pero aquí
es imposible hacerle entender a la señora que trabaja en casa QUE LA COMIDA ES
PARA COMERLA. Cuando le digo que pruebe algo, su respuesta me escarapela el
cuerpo: “es que su comida es muy cara”. ¡Por eso mismo hija, aprovecha! y nada
la convencerá de probar la aparente ambrosia que como todos los días. Y me
encuentro con un gran dilema: si la mando a comprar carne, me comprará la de
peor calidad porque es más barata, si la compro yo… entonces no la comerá. Es
como si estuviera grabado en sus genes que no tiene derecho a comer algo que
considera “superior” a su estatus. Y como ese, hay otros ejemplos en la vida diaria, que solo logran hacerte sentir muy incómodo.
Y
mientras tanto los “superiores” se comportan como si tuvieran derecho a todo. Si
tienes tres hijos, pues tienes una “yaya” (niñera) para cada uno de ellos y
jamás los cargan. Una vez me crucé con una vecina y su retahíla de hijos y
respectivas yayas y me dije que ella jamás tendrá los problemas de escoliosis
que yo tengo por haber cargado a mis hijas. Pero no me arrepiento: mis hijas
tuvieron de mi contacto todo lo que mi adolorida espalda me lo permitió. ¿No es
triste que tus primeras caricias, tus primeros besos, te los dé la nana? En
este país se sigue viviendo culturalmente en la colonia.
Y dejo las
Filipinas con mucha tristeza, me hubiera gustado hacer algo más que escribir
artículos sobre becas de estudio o proyectos de desarrollo para la revista de
la asociación de damas del Banco Asiático de Desarrollo, pero no pude porque la
frustración me doblegaba. El filipino del pueblo es tan gentil como el filipino
de clase alta es desagradablemente asqueroso y déspota. Hay mucho que hacer
para convencer a este pueblo de sentirse orgullosos de sus orígenes y no estar
obsesionado por ser más blanco, por salir de aquí, por casarse desesperadamente
con un gringo. Muchos me dirán que en América Latina es igual, pero les aseguro
que aquí es peor, porque falta el respeto interno a lo suyo, cosa que por lo
menos nosotros tenemos. Y es que la “clase alta” más bien se siente orgullosa
de sus orígenes y no de la tierra que los vio nacer.
Sí, el
filipino del pueblo es gentil, muy gentil, tanto que a veces te desesperas y
quieres darles una buena sacudida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario