“A nos amours” es el nombre
del filme de Maurice Pialat, en donde hizo su debut cinematográfico la valiente
Sandrine Bonnaire. Digo valiente pues ella tenía en realidad 15 años cuando participó
en esta cruda y deprimente película.
Y da la casualidad que es la primera
película que vi al llegar a Francia. Por supuesto, estaba muy lejos de dominar
el idioma como para redactar una tesis doctoral… Bueno, ahora lo estoy haciendo
(sí, para los que aún no lo saben: mi tesis doctoral en filología francesa) e
igual mi francés dista de ser perfecto; pero en todo caso entiendo el idioma
mucho más de cuando fui a ver esa película.
Les dejo el placer – para los que no la
han visto – de buscar la trama en internet. Yo solo quiero relatarles mi primer
encuentro con el cine francés… sin entender casi nada (¡Para qué me engaño! La
verdad es que no entendí ni una palabra en la película) y de pasada seguir con
los famosos estereotipos que te creas por desconocimiento de la cultura que te
acoge… aunque en este caso debo aceptar que la culpa la tuvo un “nativo” que me
informó de las cosas a su manera.
Recién llegadita, me conseguí un galán
francés, casi de la tercera edad (… bueno en contexto: yo tenía 20 y él 35. No
era realmente de la tercera edad, pero…), bastante ignorante en cuanto a la
literatura y más pelado que un plátano en
banana split, pero galán
francés al final de cuentas. Entonces pues, parte porque no tenía dinero y
parte porque el arte le importaba un pepino, nuestras salidas no eran lo
glamorosas e intelectuales que yo esperaba al viajar a París. Sin embargo la
relación duró mucho más de lo que debía durar. Digo yo, es que en francés todo
suena tan elegante, que te olvidas que el “Jules” que tienes al lado es en
realidad un patán.
Así fue como un día el “Jules” de turno
me llevó a ver una película. Ya desde el afiche de entrada me di cuenta que era
muy fuerte para una peruana recién “bajadita”, acostumbrada a la censura. Porque no sé si lo saben, pero tiempo después
aprendí en un seminario sobre cine, que muchas películas se hacen en dos
versiones: una para el público “americano” y otra para el “europeo”. ¿La
diferencia?: los cortes y variaciones “púdicas”. Recuerdo que como ejemplo daban una “cowboy” en donde una mujer se abría provocativamente la
blusa. En la versión para el público europeo la mujer mostraba directamente su
pecho, en la americana… un sujetador para colmo nada sexy, de abuela.
Pero volviendo a nos amours, como recién estaba “bajadita”, pura e inocente, en mi
cabecita, el degenerado me estaba llevando a ver una película pornográfica.
“¿Has visto taxi driver?”, le pregunté,
me contestó afirmativamente con la mirada más inocente que tenía. “¿Te acuerdas
de esa escena en donde él invita a una chica al cine y la lleva a ver una
película porno?”. Me volvió a contestar que sí, sin cambiar la inocente mirada.
Definitivamente no había captado mi sutileza.
Entramos pues al cine, en donde lo
primero que me asombró es que vendían helados dentro. No sé si lo siguen
haciendo –recuerden que les hablo de los años 80 – pero en todo caso es un
detalle curioso y una diferencia cultural… no muy importante, pero igual la
nombro.
La película empezó con una escena de
sexo. La jovencita en cama con un amigo – supongo – y prácticamente así siguió:
ella saltando de cama en cama de lo más feliz. La familia era casi inexistente
y, o no se enteraban de lo que la
muchacha hacía o simplemente no les importaba. Era una familia pequeña en todo
caso: padre, madre y dos hijos, la muchachita en cuestión y su hermano mayor,
un gordito que parecía gay… pero que aparentemente no lo era pues al final de
la película hay una cena familiar y él presenta a su novia. Y quizá es el
primer estereotipo del que podría hablar: acostumbrados como estamos los latinoamericanos
a la imagen de “macho” que tiene muchos hombres en nuestros países, todos los
franceses nos parecen gays… en realidad todos los europeos. Saliéndome una vez
más del tema, les contaré que mi madre no tuvo empacho en decirle a mi maridito
que ella pensaba que era gay, porque es muy suave al hablar y usa aretes tipo
pirata. Por suerte los europeos no ven esa palabra como un insulto - lo que
creo que sigue siendo el caso en Latinoamérica -, así que a mi marido solo le
causó gracia la opinión de mi madre (Que
como ven, no tiene pelos en la lengua).
Y regresando nuevamente a nos amours, como buena latinoamericana acostumbrada a que
un hombre debía hablar fuerte y moverse con brusquedad, califiqué al gordito de
gay. Pero hasta allí nada anormal (que aún en esos tiempos ya pensaba que no
tiene nada malo tener un gay en la familia, tan retrógrada no era.) De pronto
entendí que el padre dejaba el hogar por otra mujer. Y la chica seguía de cama
en cama. De pronto hay una escena en donde la muchachita llega tarde de una de
sus andadas, el hermano la espera en la puerta, le grita, la agarra de los pelos
y sube las escaleras arrastrándola, llegan al cuarto de la madre, que al
parecer tiene un ataque de histeria (¿Celosa de la vida de su hija, mientras
ella se encuentra en abstinencia total de carne?) y siguen los gritos y llantos…
y de pronto el “Jules” me susurra al oído: “Ésta es una típica familia francesa”.
[…]
No les voy a negar que “de pronto” me
entraron unas ganas locas de regresar al Perú…
Cuando no conoces la realidad cultural
de un país y alguien le sale con un comentario por el estilo, tratas de
encontrarle la lógica según tus propios parámetros culturales y generalmente te
imaginas lo peor. Entonces pues mi
conclusión era que en las familias francesas los padres no se interesaban para
nada en lo que hacían los hijos, pero curiosamente se hablaban a gritos y
cachetazos, que los matrimonios se separaban como quien se
quita un diente, que las jovencitas
tenía sexo todos los días y con una pareja diferente ¡Ah!, por supuesto, no hay
que olvidar el hermano gay, con sobre peso y agresivo a morir. En otras
palabras la familia Osbourne es un ejemplo de tradicionalismo al lado. L.Q.Q.D:
me encontraba en un país de degenerados.
Es verdad que por ejemplo la relación
con el cuerpo y la sexualidad es muy diferente en Latinoamérica y en Europa.
Los europeos son mucho más abiertos y se sienten más confortables hablando del
tema. Claro, mucho depende del país, al norte las cosas son más naturales, pero
igual en el sur son mucho más liberales que en Latinoamérica. Sin embargo eso
no los hace libertinos, tampoco es que se acuesten tan libremente como mostraba
la película. Me tomó tiempo entender que para los franceses, la familia de a nos
amours TAMBIÉN resultaba bastante disfuncional. Y no, no hay más familias
disfuncionales en Francia que en Latinoamérica. Lo que hay es menos hipocresía
y la gente no teme mostrar su lado feo, porque por último todos somos humanos y
nadie es perfecto.
No voy a negar que más bien ésa sí es
una característica francesa, que hace sentir a los latinoamericanos un poco
incómodos. Un francés no teme hablar – generalmente a la hora de la cena – de
temas espinosos como sexo o política por
ejemplo y se empieza a discutir acaloradamente, mejor. No les digo lo
desagradable que es escuchar la última “aventura” con la mayor cantidad de
detalles posibles, mientras tomas la sopa. O peor aún, encontrarte dentro de
una batalla campal, porque estamos en plena campaña electoral y los hermanos van a votar por diferentes
candidatos. Muy incómodo, es lo menos que puedo decir.
Pero por otro lado es verdad que
nosotros somos muy hipócritas con muchos temas, especialmente con el sexo. ¿Qué
la francesas o las europeas son más fáciles que una latinoamericana? Realmente
no lo creo. Lo que pasa es que las latinoamericanas esconden su vida sexual
(sobre todo de la familia). Una vez leí un artículo sobre madres adolescentes
en Perú cruelmente revelador. Al preguntarles a las jovencitas si sabían lo que
era un preservativo, todas contestaban que sí. El entrevistador entonces les
decía que porqué no habían exigido el uso de preservativo a su compañero. La
respuesta era que si lo hacían, el chico iba a pensar que eran unas “jugadoras”, es
decir que ya lo habían hecho antes. Hacerse la inocente era mucho más
importante para ellas que el riesgo de salir embarazadas. Prefiero la
desfachatez francesa, honestamente. A mis amigas latinoamericanas, sorprendidas
por lo fácil que mis hijas me hablan de esos asuntos – interiormente juzgándome
una “cínica” – les contesto que no lo hago porque soy una descocada libertina,
sino porque prefiero ser la primera en enterarme y no la última, que si me
entero a tiempo, puedo evitar pasar por malos ratos. Y esa es una buena lección
que aprendí de una madre francesa. No, no todas las familias son como en la
película.
Cuando mi desubicado “Jules” me comentó
que esa era una típica familia francesa, se refería sobre todo a la aparente indiferencia
que existía entre ellos. Los chicos parecían vivir más en un hotel que en una
casa familiar. Y eso no sólo ocurre en Francia. Pero por más verdad que sea, su
comentario fue más que exagerado.
Es que si hablamos de estereotipos, hay
que nombrar también los que nosotros provocamos. Con el tiempo entendí que “Jules”
estaba más lleno de estereotipos que yo, que en su cabecita hueca y su bolsillo
pelado se había hecho la idea de que le convenía casarse con una mujer de una
cultura “tradicional” (léase inferior), porque estaba harto de la indiferencia con
la que lo trataban sus compatriotas. Dicho de otra manera, a pesar de hablar
suave y moverse delicadamente (lo que también lo hizo caer en la categoría de gay
por mi madre, solo que esa vez me lo dijo a mí y no a él) era machista hasta el
tuétano y se figuraba que una chica joven y “exótica” era mucho más fácil de
dominar.
Es obvio que le salió el tiro por la
culata, ¿no?
Para él sí que “esa” era una típica
familia francesa (primer estereotipo, hacia su propia gente) y pensaba
convencerme de que lo que él suponía era la manera “latinoamericana” (mamá en
casa, papá trabajando, la comida lista al llegar a casa, familia feliz)
resultaba mejor (segundo estereotipo, el “orientalismo”) Me tomó tiempo darme
cuenta hasta qué punto “Jules” quería dominar mi vida. Por otro lado no era la
primera “Geisha” que se había conseguido, antes de mí estuvo con una
tailandesa. Bueno, yo de Geisha no tengo nada y en cuanto pude puse pies en
polvorosa.
Tan traumatizada me dejó la experiencia
que al regresar al Perú, prevenía a cuanta chica podía sobre “el horrible
europeo”. Trabajaba en la Alianza
Francesa y al enterarse mis alumnas de que había vivido 5 años en Francia, inmediatamente
me preguntaban cómo eran los franceses. Y yo les hablaba de las diferencias
culturales sobre todo en cuanto a la mujer francesa, tan segura de sí misma,
tan independiente. Eso para hacerles entender que si un francés buscaba una
latinoamericana (o una tailandesa o similar), significaba que era un cobarde
machista, sin personalidad para lidiar con la “wonder woman” francesa y que por eso se buscaba una mujer
más fácil de domesticar.
Con el tiempo me di cuenta que eso también
era un estereotipo. No todos los franceses en particular – y los europeos en
general - son tan ignorantes. Hay los
que honestamente se enamoran de alguien de otra cultura, y están dispuestos - sin
chauvinismos - a hacer el gran esfuerzo que significa convivir con alguien cuyo
cerebro no está programado como el tuyo (Lean mi carta finlandesa sobre “divorcios”
y entenderán). La prueba es mi actual marido.
Yo creo que todas las diferencias pueden
solucionarse si aceptas que toda cultura tiene su lado bueno y su lado malo y
aprendes a compartir lo bueno. La supuesta “indiferencia” europea, puede ser
también respeto a la privacidad, siempre y cuando ese respeto sea mutuo y sí exista
comunicación en familia, que los hijos hablen cuando lo consideren importante y
que los padres escuchen, sin juzgar o imponer (lo que muchas veces sucede en
las familias “tradicionales” latinoamericanas). Por mi propia experiencia creo
yo, que la única diferencia que no se puede resolver es la diferencia en
educación. El problema con “Jules” es que como dije no era muy cultivado y
pensaba que mi interés por la literatura era una pérdida de tiempo. Por otro lado
como no era muy “educado”, pues tenía justamente el mayor estereotipo de todos:
que es por algo que nuestros países están en “vías de desarrollo”, en decir
somos inferiores. En el fondo me encontraba inferior y estúpida por querer
hacer una carrera “artística” (Mejor no les cuento cómo trataba de convencerme
de que si estudiar era muy importante para mí, entonces que estudiara
secretariado, que es más útil que la literatura).
Es verdad que el etnocentrismo es
curiosamente compartido por todas las cultura. Todos creemos que nuestros
valores culturales son LOS valores generales. Por eso lo más importante en una
relación intercultural es el respeto a la diferencia y la mente abierta para
aprender del otro. Que no hay culturas “inferiores” o “superiores”, todas tiene
sus cosas buenas y sus cosas malas. Y que el amor no tiene fronteras.
Ps: Una segunda conclusión que se me ocurrió luego de publicar este post es que cuando conozcamos a un extranjero, tengamos cuidado con lo que le decimos y mostramos sobre nuestra cultura. Hay que ser conscientes de que lo que nos parece "lógico", nos lo parece porque hemos vivido en nuestra cultura siempre y entendemos sus sutilezas. No necesariamente eso va a pasar con el extranjero y puede malinterpretar un acto cultural en el mejor de los casos... u horrorizarse, como me pasó a mí. No es que solo hay que mostrar lo bueno que tenemos, pero si vamos a mostrar lo malo... hagámoslo con delicadeza.
Ps: Una segunda conclusión que se me ocurrió luego de publicar este post es que cuando conozcamos a un extranjero, tengamos cuidado con lo que le decimos y mostramos sobre nuestra cultura. Hay que ser conscientes de que lo que nos parece "lógico", nos lo parece porque hemos vivido en nuestra cultura siempre y entendemos sus sutilezas. No necesariamente eso va a pasar con el extranjero y puede malinterpretar un acto cultural en el mejor de los casos... u horrorizarse, como me pasó a mí. No es que solo hay que mostrar lo bueno que tenemos, pero si vamos a mostrar lo malo... hagámoslo con delicadeza.
Encantada una vez mas de leerte. Que pena que no haya venido a tu blog con mas frecuencia. Es que sigo necesitando dias de 36 horas. Me encanta tu forma de narrar. Felicitaciones.
ResponderEliminarNo te preocupes, que ya vez, me he tardado en responder porque myo estoy idem. Quisiera escribir mucho más pero no me da tiempo! igual es un placer recibir respuestas positivas
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