Heme aquí en Manila, disfrutando del sol y la buena comida. Disfrutando también por primera vez en mi vida de una nueva perspectiva visual.
Debo confesar que nunca he tenido complejos por mi tamaño. En Finlandia por ejemplo nunca me sentía pequeña hasta que en alguna clase de gimnasia me veía al espejo y comprobaba al compararme con la vecina “¡Caramba! ¡Sí que soy bajita!”. Inclusive muchas amigas me dicen que mentalmente me ven más alta de lo que soy, cuando en realidad apenas si llego al metro sesenta (Literalmente: tengo que pararme derechita y sin respirar para llegar al 1.60). Supongo que la personalidad tiene algo que ver en eso.
Sin embargo, complejos o no, me fue imposible no remarcar que aquí en Filipinas por primera vez en la vida tengo que bajar los ojos para ver a la mayoría de la gente. De pronto me encontré en una situación diferente: comparada con la mayoría de la población, soy alta. Y empecé a disfrutar algo que nunca había sentido antes: ¡Soy alta! Así se debió sentir mi marido en Perú y así se sentirá ahora aquí. Complejos o no, la verdad es que da una sensación agradable el ser alto.
El encanto se rompió al ir por primera vez de compras. Pido el vestido que me gusta y la vendedora me dice sin pestañear: “Extra large, ¿no es cierto?”. ¡COMO! ¿Qué te has creído chinita del demonio? ¡Médium, y eso! …Y ni manera de entrar en el médium. Entonces pues no solo soy alta, sino grande y gordota. Debo decir que eso es también algo que nunca había experimentado. Por muchos años pesé apenas 45 kilos, y ahora a las justas llego a los 53. Pero es que ser gorda no es tan agradable como ser alta, ¿no es cierto?
Y sí, estas mujeres son pequeñitas y delgadísimas, aunque hayan tenido ya 3 hijos antes de los 30. Como pueden suponer se ven muy jóvenes a pesar de su edad. Inclusive los hombres. Voy donde un doctor al que la otra vez le pregunté: “¿es usted psicólogo o psiquiatra?” y él me contestó que los dos. Casi que le pregunto si empezó a estudiar a los 10 años, porque la verdad es que uno no le da ni 40. Y seguro que los pasa.
Lo de la edad es algo que tampoco me gusta. Los que me conocen saben que me veo muy bien para una mujer que ya está cerca de los 50 (y justo por eso no me molesta decirlo… si me viera de 50, seguro que diría que tengo 30). Estoy acostumbrada que a donde voy, al preguntarme la edad, siempre alaban lo bien que se me ve, (y sin cirugía plástica ni botox, por si acaso… estoy convencida de que esas cosas en vez de hacerte ver mejor, te hacen notar más la edad) ...en todos sitios menos aquí. Cuando me preguntan mi edad y digo orgullosamente “48 años”, la gente solo contesta “¡Ah!”, porque todo el mundo se ve así, o quizá inclusive más jóvenes aún. No sé cómo le hacen. Yo supondría que el sol te malogra la piel. Algo genético hay en los filipinos que no les hace arrugarse (¿sanforizados?) Y esto a pesar de las tonterías que muchos se aplican.
Hay una obsesión por blanquearse. Es muy difícil encontrar un producto cosmético que no tenga blanqueadores. Las marcas europeas no se salvan. Como conocen su mercado, muchos productos están hechos exclusivamente para Asia y no se libran del blanqueador. En América Latina (y muchos somos más morenitos que los filipinos) nunca he visto algo así. Claro que hay productos blanqueadores, específicos para eso, por supuesto. Pero es que aquí más bien lo difícil es buscar un simple desmaquillante que NO lo tenga. Lo peor es que muchos tienen la famosa piel oliva y un producto blanqueador realmente NO te convierte en blanco, sino que te aclara el propio tono de piel. Entonces si una piel oliva se aclara, se convierte en GRIS. Y ves a las más lindas chicas con ese extraño color de piel. La verdad es que yo prefiero verme bronceadita que gris, ¿no creen? Esta obsesión tiene que ver con la jerarquía social. Muy pocos son verdaderamente blancos, de lo que se trata más bien es de no verse muy bronceado. Los blancos son generalmente de origen chino y la mayoría tiene mucho dinero. Pueden suponer que si alguien tiene mucho dinero, significa que no necesita trabajar a la intemperie. Es decir que solo la gente “pobre” recibe el sol directamente. Una piel clara, no bronceada indica que tienes dinero como para quedarte dentro. Otra obsesión es el pelo lacio y para eso sí que no tengo explicación. Es que ya son bastante lacias aquí, entonces ¿para qué?. Lo único que se me ocurre es que son perfeccionistas.
¿Otras particularidades estéticas? tener pedicure, pero muy pocas veces manicure (¡No saben la que sufrí para encontrar quién me aplique acrílico a mis uñas naturales! Lo hago hace mucho para protegerlas pues son muy débiles), depilarse todo lo que uno se pueda sacer y con técnicas que van del moderno laser hasta la tradicional depilación con hilo y por supuesto los masajes. Si bien yo aconsejo tener mucho cuidado y no dejarse tentar por lo barato de los precios de servicios cosméticos (entre las cosas que me pasaron con mis uñas… está que me las rompieron todas en un lugar que se supone exclusivo), esta regla no se aplica a los salones de masajes: desde el más barato hasta el más exclusivo les propondrán unos muy buenos. Hay para todos los gustos y para todos los bolsillos. La especialidad de las Filipinas es el masaje “Hilot”. Este término significa masaje o curandero en tagalo y es un antiguo estilo de masaje terapéutico que inclusive se creía capaz aumentar la fertilidad de las mujeres (así que con cuidado).
A pesar de ser considerada alta y gorda, no me quejo pues igual recibo tantos piropos como siempre (Porque sí que me llueven los piropos ¿qué se creen?). Inclusive me ha dicho que me parezco a Melanie Marquez y si no lo sabían pues es una reina de belleza. La verdad es que yo no me veo parecido ni antes
ni después de la cirugía
(¡No me van a negar de que parece otra persona!). Pero eso no me molesta, pues ha sido votada la más bella “Miss Internacional” que Filipinas haya tenido (Imagínense si me voy a poner a contradecir a la gente en este caso)… lo único que espero es que no hayan querido decir que me parezco a ella en el nivel de inglés. Para muestra un botón.
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